Pancho Varona actúa este fin de semana en Galicia: «Si Sabina me llama para tocar en un concierto, voy de cabeza»

FUGAS

-

Se confiesa dolido, pero abierto al abrazo. Más molesto por las formas que por el hecho. Y agradecido porque la ruptura con Sabina lo ha reactivado y lo ha sacado del acomodamiento

03 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sostiene aún que su lugar ideal en el mundo es dos metros por detrás y dos metros a la izquierda de Joaquín Sabina. Por mucho que el músico con el que compartió 40 años de trayectoria, y para el que escribió más de cien canciones, le anunciara hace dos años y medio, a través de Twitter, que prescindía de sus servicios. Reconoce Pancho Varona (Madrid, 1957) que el golpe le dolió, pero asegura, entre risas, que el duelo le duró «lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks». Retomó de inmediato su carrera en solitario, grabó tres canciones nuevas y emprendió una gira, Punto y seguido, que hoy hace escala en A Coruña (Playa Club) y mañana en O Porriño (Liceum).

—Pedro Sánchez dijo esta semana que marcaba un «punto y aparte», pero tu titulaste tu gira «Punto y seguido».

—(Se ríe). Sí, cuando lo escuché el lunes, yo también me acordé de ese detalle. Pero es que, de repente, un día Joaquín dice que ya no cuenta conmigo y yo tengo que seguir mi carrera. No era un punto final ni un punto y aparte. Es simplemente un punto y seguido.

—¿Echas de menos los estadios y los grandes escenarios?

—Siempre se echa de menos la vorágine de meterte en un estadio en el que hay 50.000 personas, como cuando actuamos en el del Boca Juniors. Esas cosas siempre impresionan y luego tienes mucho para contar a tus nietos. Pero realmente, para mí, en la música, la distancia corta es la ideal. Claro que a veces añoro un estadio o un pabellón bien caliente con la batería atronándome en los oídos, pero me siento muy bien pagado con lo que hago.

—De alguna manera supone también volver a los orígenes, a La Mandrágora.

—Justamente. Yo conocí a Joaquín en La Mandrágora, que era un sitio en el que cabían 50 personas muy apretadas. Y éramos tan felices allí.... Esa distancia corta era maravillosa. Y lo sigue siendo.

—Hay quien dice que, de los tres que actuaban en La Mandrágora, Sabina era el que menos talento tenía.

—Los tres tenían mucho talento. Lo que parece mentira es que allí el serio fuese Joaquín. Pero es que Javier Krahe y Alberto Pérez eran maravillosamente payasos.

—El 1 de mayo se cumplieron 42 años de tu primer concierto con Sabina. Como decían Presuntos Implicados, ¿cómo hemos cambiado?

—Hemos empeorado en algunas cosas y mejorado en muchas otras. Yo tengo la suerte de que cada día estoy más contento con la vida que tengo y estoy más orgulloso de mi pasado. No soy el típico abuelo cebolleta que va diciendo: «En mi época...». No, yo disfruto de cada momento y trato de vivir con intensidad el presente.

—¿Qué balance haces de estos dos años y medio sin Sabina?

—Yo a veces le llamo «mi ex» (se ríe). El balance es muy bueno. He vuelto a componer. Que yo, como en los últimos años ya Leiva se encargaba de hacer las músicas de Joaquín, me había acomodado y tenía un poquito abandonada la composición. Y esta ruptura me ha hecho volver a escribir y a grabar cosas. Así que, de repente, me he renovado. Me siento en un momento muy bueno de mi carrera y de mi vida.

—Con respecto a la ruptura, ¿te dolió más la forma que el hecho?

—La forma me dolió mucho. Y eso que yo conozco a Joaquín y sabía perfectamente que si algún día llegaba esa situación, él lo iba a hacer así. Porque Joaquín no da la cara, no le gusta enfrentarse a estas cosas. Manda un correo electrónico que ni siquiera sé si está escrito por él o no. Yo no he tenido la oportunidad de que me explicara qué ha pasado, ni de explicarme yo si a él le pasaba algo conmigo. Sí, me dolió la forma mucho más que el hecho.

—¿Sigues pensando, como has dicho en alguna ocasión, que algún día os encontraréis y os daréis un abrazo?

—Yo sigo con los brazos abiertos esperando a que algún día tengamos la oportunidad de vernos y de hablar. Es muy probable que eso no ocurra porque, como te he dicho, conozco a Joaquín y sé como actúa. Pero a mí sí que me habría gustado tener la oportunidad de darle un abrazo y preguntarle: «Tío, ¿qué ha pasado? Cuéntame cuál es el motivo real de que esto haya sucedido». Pero, si no pasa, yo tampoco me voy a morir de pena.

—¿De verdad que no tienes ni la más remota idea de por qué tomó esa decisión?

—Tengo sospechas, pero mientras la sospecha no se confirme, yo no puedo decir qué es lo que sospecho. Yo aún no acierto a dar con un motivo claro para que yo esté fuera de su proyecto. Desde luego, lo que me puso en el mail, no tiene ningún sentido. Y para nada es motivo de despido.

—Puestos a fantasear, si mañana Sabina te vuelve a llamar para tocar con él en un concierto, ¿irías?

—Si es para un concierto, voy de cabeza. Si fuera para una gira, tendría antes que explicarme muy bien qué pasó y por qué me ha hecho lo que me ha hecho. Porque aquí el que se siente dolido soy yo. Pero claro que me gustaría ir a un concierto con él. Yo siento la necesidad de encontrarme con esas diez mil personas que él junta en cada actuación, mandarles un beso y tocar aunque sea una canción con Joaquín para despedirme de la gente.

—Dices que te sientes dolido. ¿Te sientes un «pájaro herido», como titulas una de tus nuevas canciones?

—Efectivamente, podría definir bastante bien lo que he sentido. Pero lo curioso es que esa letra la hicieron hace más de 20 años dos poetas cordobeses, amigos míos.

—¿Las letras de «Cautela» y de «A duras penas» tampoco son tuyas?

—No, son también de esos poetas cordobeses, mis particulares Sabinas. Yo soy más músico que letrista. Teniendo a mi lado la sombra de ese gigante que era Joaquín, yo nunca me atreví a escribir letras.

—¿Te sentías más cómodo en aquel segundo plano, detrás de Sabina, que ahora que has tenido que ponerte al frente?

—Yo siempre digo que mi sitio favorito en la Tierra es dos metros detrás y dos metros a la izquierda de Joaquín. Pero le estoy empezando a coger el gustillo a esto de estar al frente (se ríe). Javier Krahe le dijo un día a Juan Echanove: «A ti te aplauden después de una obra de teatro de hora y media, pero a mí me aplauden cada tres minutos». Y a mí me está empezando a gustar que me aplaudan cada tres minutos.

-

—¿Qué fue lo más importante que aprendiste de Sabina?

—A viajar. Joaquín me enseñó a contar versos, a leer, a hacer coros, a cantar... Me enseñó muchísimas cosas. Pero los muchos viajes que hemos hecho juntos nos han dado felicidad, vida, amor y canciones. Y eso es lo mejor que nos podía pasar.

—¿Y qué es lo más importante que le enseñaste tú, dónde ves en él tu huella?

—A mí el mayor piropo que me ha dicho Joaquín es que notaba que las músicas que le hacía tenían ya mi estilo. Posiblemente, hay un sello mío en las canciones que yo he hecho para él y eso me enorgullece muchísimo. Pero tanto como decir que yo le he enseñado algo a Joaquín... Bueno sí, le enseñé a jugar mejor al billar.

—La actual industria musical nada tiene que ver con la que tú conociste cuando te subiste por primera vez a un escenario hace 42 años. ¿Cómo te sientes en ella?

—Me siento cómodo en la música, en general. Yo todos los días buceo en internet, a ver que es lo nuevo que me encuentro. Me gustan los ritmos innovadores. Me parece valiente, por ejemplo, lo que hacen Rosalía o C. Tangana. Aunque yo esos discos los escucho una vez y no los vuelvo a escuchar más. Pero me gusta que la gente sea valiente. Yo me siento cómodo en un mundo en el que se hable de música, sea como sea esa música. Ahora estoy escuchando, yo qué sé, a Harry Styles, a Miles Kane, a gente que a mí puede que no me peguen nada, pero me gusta mucho descubrir artistas y bandas nuevas. En España me gustan Cala Vento, Santero y los Muchachos... Sigo buceando todos los días para seguir enamorándome a primera vista. O, en este caso, a primera escucha.

—En estos últimos años, estamos viendo un revivir importante de la nueva canción de autor. ¿Cómo lo valoras?

—Me parece maravilloso, pero siento que seguimos teniendo un déficit. Todavía no ha salido otro Aute, ni otro Serrat, ni otro Sabina. A mí Rozalén me encanta y me parece la persona más generosa y entrañable del mundo de la música, pero todavía nos falta un peldaño para tener otras Vainica Doble, otras Cecilia... En cambio, a nivel de bandas, creo que estamos muy bien.

—¿Qué concierto vamos a ver en A Coruña y O Porriño?

—Un concierto en el que abarco gran parte de mi carrera, los 42 años que llevo de músico, de los cuales he tenido la suerte de pasar 40 con Joaquín Sabina y de hacer cien canciones con él. Pero también he hecho canciones para Ana Belén, Luz Casal, Ana Torroja... Entonces, lo que intento es enseñar un poquito de todo eso que he hecho, teniendo en cuenta que el porcentaje mayor es para el repertorio sabinero porque la mayor parte de mi vida ha estado relacionada con Joaquín.

—¿En qué formato te presentas?

—Yo solo, con mi guitarra. Es el formato en el que más a gusto me siento. Pudiendo explicar las canciones. Cómo las hicimos, por qué las hicimos, dónde las hicimos... A mí lo que me encanta de las canciones es conocer sus entresijos. Así que de cada una que canto cuento una historia que suele ser divertida. La gente se ríe mucho y yo también lo paso muy bien porque me gusta mucho reírme de mí mismo. Es el mejor deporte que hay en la vida.

—Galicia siempre ha sido un territorio muy amable contigo.

—Para mí es un sitio muy especial. Yo tengo mucha relación con toda Galicia, pero especialmente con A Coruña. Durante mi infancia y mi adolescencia pasaba allí tres meses al año. Llegaba en julio y me volvía en septiembre. Vivía en la zona de María Pita y Costa San Agustín. Yo iba cuando la ciudad aún no estaba remodelada, cuando ir al Orzán tenía sus complicaciones (se ríe). Así que conozco bien la ciudad y la amo con un amor desmedido. También estoy muy al corriente de lo que hace el Deportivo. Me dio mucha rabia el partido contra el Arenteiro, que en el último minuto nos marcaron un gol. Estoy deseando que el Dépor ascienda para celebrarlo y demostrar mi amor por el equipo y por la ciudad.

  • A CORUÑA. PLAYA CLUB. VIERNES 3. 22.30 H. 20 EUROS
  • O PORRIÑO. LICEUM. SÁBADO 4. 23.00 H. 15 EUROS